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viernes, 22 de julio de 2011

"HERRAMIENTAS"

Cuando más necesitaba de esas piezas para rearmar el rompecabezas en el que se había convertido esta difícil construcción; más se tardaban el llegar.

Llevaba trabajando un par de semanas en este artefacto extraño.
Sin instructivos.
Sin control remoto.
Solo con la bendición de DIOS de que lo pudiera arreglar. De alguna manera.

La verdad tenía todas las dudas del mundo de como desarmarlo, por donde lo tocara se quejaba; como el lamento de alguien que lleva sufriendo mucho tiempo.

Pasé por una botella de vino. Necesitaba un poco de inspiración (y relajación) ante atroz acontecimiento.

No era la primera vez que me enfrentaba a algo parecido.
Hace un par de años ya lo lograba, solo que en ese entonces algo salió mal y no alcancé a reorganizarlo.
Tomé una copa de ese vino.

Me sentí mucho mejor.
-Haber empecemos por aquí- Me decía tratando de encontrar consuelo.
Jalé unos de esos cordones con los que aún se sostenía y de repente... ¡TODO SE VINO ABAJO!.

Hubo un "desparramadero" de engranes, tuercas, tornillos, bandas; hasta que una pequeña bola de color rojo salió disparada destrozando mi botella de vino. 

Aún más confundido por dicho acontecimiento, traté de dejarme llevar por mi intuición como constructor y fue ahí donde encontré mi alivio.
-No era tan complicado después de todo-Me decía.
Al pasar de dos horas de estar casi listo sentía la sensación que algo le faltaba.
¡Claro!... La esfera que salió de él.

La busqué por todos lados... Vacié los cajones, moví los libreros... desarme la plancha metálica, busqué por las lámparas, por todos lados.
Después de dos días de buscarlo era como si se lo hubiera tragado la tierra... Literalmente.

Me tomé mi tiempo y lo volví a intentar.
Dos semanas más tarde me dí por vencido y entendí que fuera lo que fuera ese pequeño artefacto no lo encontraría, se desapareció por completo.

Cuando intenté accionar toda la maquinaria; funcionaba perfectamente. Lo probé con varias tareas y respondía a la perfección, era excelso su desempeño a tal grado que dudé en regresarlo a su dueño.

¿Què era lo que averiaba a esa máquina tan sorprendente?

Nunca lo supe.

Tampoco era mi labor llegar tan lejos.

Al final de cuentas... volvió a funcionar.

ROBERTO MONTOY
FEBRERO 2011,
MÉXICO, D.F.
 

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